CALENDARIO AZTECA

viernes, 25 de junio de 2010

ADIOS HOSTAL ADIOS


Aunque ya hace meses que volví a vivir a Valladolid, no ha sido hasta hace unos días cuando de verdad he cerrado el círculo cordobés.

Sé que volveré a Córdoba, pero sé que estas futuras visitas no serán parte de mi aventura cordobesa, será otro círculo diferente.

Por última vez he estado en nuestro hogar, nuestro Hostal, conviviendo con mis castellanas.
Han sido muchas horas juntas, desde el primer día creando un sueño en la primera parada del bus muerte (burgos-córdoba, nueve horas y de noche) apuntando en un papel las primeras compras para nuestra nueva casa. O las primeras horas en ella, convirtiendo la salita en mi habitación y el recibidor en salón. Limpiando la maldita casa a conciencia cada vez que venía a vernos alguien o colocando su retrato en la pared junto a Sanpa.

Madre Sanpa!!! No me despedí de él…que error!!! Tampoco volveré a verle a él, ni volveré a colocarle otro adorno encima, ni a regarle con vino ni a cantarle su oración.

Y ese sofá compartido con mi pochi, esas risas la primera vez que supimos que hay que sentir para pensar, todos los videos de Jose que vimos en él, sin olvidar a las vecinas de Valencia…

Hablando de vecinos, tampoco olvidaré a la puta, al camello, a Larry…

Esas horas en la cocina, haciendo pasteles, croquetas o sangría o los aperitivos que nos montábamos en la terraza.

Esa terraza que me amparaba por las noches y me dejaba ver la luna y las estrellas en pijama y zapatillas o me dejaba mojarme cada vez que llovía sin tener que salir a la calle.

Tirarnos encima de la cama de darky, en la de pochi o en la mía, oh aún recuerdo mi cumpleaños tiradas las tres en mi cama hasta las seis de la mañana.

Ya nadie me pregunta que qué voy a cenar, ni pochi hará mi cena. Ya no moriré de un infarto cuando llaman al móvil de Darky.

Esos ataques al frigorífico cuando volvíamos de fiesta y esas luchas de cojines creando obstáculos para la primera que al día siguiente bajaba las escaleras.

Nuestro grito de guerra quedará en el Hostal, escrito encima de cada una de nuestras habitaciones.

Ya no oiré las risas de ellas cuando me veían correr en bolas. Ni nadie me traera whisky cuando lo necesito, o se beberá un tequila conmigo. Ya no quedaremos a las cuatro de la mañana en la cocina cuando tengamos que preparar un examen o una exposición.

Ya no estarán en la habitación de al lado para cuando necesite un abrazo, un oido, un cigarro o cualquier cosa.

A la ciudad podré volver pero nunca a vivir esto.

No echaré de menos Córdoba, echaré de menos a Mónica y a Sandra y a ese mundo creado en el Hostal Las Castellanas.

Córdoba sólo fue el marco de un bonito cuadro.