El día siguiente comenzó prontito, habíamos quedado con el taxista del día anterior, un tipo desagradable, que no se cambio de ropa en los tres días que estuvo con nosotros, que escupía flemas y tenia los pulmones jodidos, pero tenia un taxi para siete, aunque se cayera a pedazos y tuviera una sola manivela para bajar todas las ventanas . Se acabó el buscar dos taxis cada vez y separarnos ya íbamos a ir los siete juntitos.
Mientras el señor taxista de cuyo nombre no recuerdo se echaba una siesta nosotros fuimos acompañados a las tumbas adyacentes por un improvisado guía que en ingles nos explicó todo, vimos dos, y luego la propinilla claro, pero se lo mereció el tipo.
Luego rodeamos la pirámide, dimos una vuelta, compramos algunos objetos de ónice.
Vimos el museo de Imhotep, una pasada de museo, pequeñito pero perfecto y más en comparación con el monstruo del Cairo.
El taxi ahora nos llevaba a Dashur. El pueblecito encantador, el taxista le tuvo que dar propina a un policía de esos que controlan los accesos no se muy buen porque.
Todo el país esta militarizado, allí los fusiles estos que llevan se ven en todas partes, a los que van con uniforme o a los que no, como el chico guapo del traje en la esfinge. Los convoyes para moverse, seguramente todo acrecentado después de los atentados del templo de Hatchtetup de hace unos años, los terroristas no salieron vivos de allí.
Llegamos y vemos la pedazo de pirámide de Dashur.
Sin pensarlo comenzamos a subir los escalones, a mitad de camino una paradita para descansar, que aquí fumamos casi todos, era pronto, no había mucha gente todavía. Pero al llegar arriba y deleitarnos con el paisaje también fuimos viendo la cara de la gente que salía de la pirámide, asfixiados y con muy mal gerol. Pero ya que estábamos allí había que intentarlo, yo fui la última, intentando grabar un poquito del descenso, aunque había poca luz y menos oxigeno.
Llegamos abajo y el olor a amoniaco comenzó a ser horroroso, pero nos quedaban las escaleras de madera que nos llevarían al final de la tumba, allí ya el olor en indescriptible, apenas se veía nada y bajamos todos, coges un poco de aliento y te diriges a la rampa de acceso ahora en vertical y entrando ya muchos turistas que bajan alreves sin mirar y sin parar, más de una bronca le cayó a algún francés que no entendía la palabra STOP. Salimos, no fue para tanto, pero después el dolor de piernas, más bien de muslos nos acompañó varias horas.
Otra vez al taxi esta vez para ir a Memphis, estábamos ya cansaditos pero había que aguantar, sacamos las entradas y antes de entrar al edificio con el coloso o deleitarnos con la primera capital egipcia nuestro ojos se fueron a los puestos, no eran muchos y no parecían gran cosa, pero el regatista interior salió a flote, yo acabé con la producción de vasos canopos, 12 me lleve unos para mi, otros para mi tía y otros para Natxo, y porque me temía lo del peso en el aeropuerto que sino…más dos escarabajos y los huevos de ónice que ya llevaba, más las monedas de Sakkara. Y yo no fui la que más, allí cogimos de todo, estelas, dioses…cada vez lo sacábamos a mejor precio, sobretodo Rubén. Detrás de las tiendecillas nos enseñaban restos supuestamente arqueológicos, yo al primero que me lo dice le miro, y le digo aunque seguro no me entendió: mirar dudo que esto sea de verdad, pero no voy a parar ni a mirarlo, y me fui, aunque sean falsos todos tendríamos que decir no a la primera, así dejarían de saquear…..
Cansadísimos de las compras dimos una vuelta para el recinto y muertos de hambre decidimos que nuestro taxista nos llevará ya al hotel, ya que la tarde también iba a ser dura.
Nos echamos un ratito la siesta nada, una hora y poco y aunque yo no me dormí lo agradecí. Aunque no debió de ser suficiente porque a la noche me empecé a encontrar un poco mal.
Y ya solo quedaba un día en este magnífico lugar.....
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