CALENDARIO AZTECA

lunes, 24 de marzo de 2008

EGIPTO, CRÓNICA DE UN SUEÑO I

Es difícil comenzar a relatar este viaje. Muchos días de preparativos, mucho tiempo para poder organizar todo y mucho tiempo soñando con ir.
El itinerario marcado no estaba mal teniendo en cuenta el presupuesto de treinta estudiantes. Pero las mejores experiencias las buscas por tu cuenta, no se pagan con dinero.
Salimos de Valladolid a las 6 de la mañana del lunes diez de marzo, pero claro esa noche de elecciones no dormí apenas nada. La maleta estaba hecha, todo organizado, todos los consejos que me habían dado guardados en la cabeza. El despertador sonó a las cinco de la mañana y no me costó levantarme ni medio segundo, organicé lo poco que me quedaba y me dirigí al autobús que nos llevaría a Madrid. Allí todos nerviosos y puntuales nos embarcamos en el principio del sueño.
Llegamos a Madrid, después de atravesar como no, las típicas aglomeraciones de coches. Llegamos a Barajas a la T1 y canjeamos los bonos que llevábamos por los billetes. Pasamos los controles y un cafecito, y ya al minibús que nos llevó al avión que iría a Egipto, que salió puntualmente a las once y media de la mañana. Fue mi primer vuelo pero la verdad es que no me puse nada nerviosa, cierto es, que sigo viendo antinatural eso de sortear las nubes y se lo dejo para los pájaros en la medida en lo que puedo, pero Egipto esta lejos. La verdad es que el despegue fue suave, nos toco a mi querida Lidia y a mi, delante de la salida de emergencia con lo que teníamos mucho espacio delante de nosotras, pudimos estirar los pies todo lo que quisimos. Por la ventanilla descifrábamos que territorios atravesábamos. Llegó la hora de la comida, pensaba que iba a ser peor de lo que fue una pechuguita de pollo con judías verdes y una especie de salsa de tomate, lo mejor el bollito de postre. Eso si las azafatas bordes, bordes. El viaje se hizo un poco largo y más para mi que no dormí nada. Pero por fin dieron las cinco y media y aterrizamos. Un poco de lío al principio con los pasaportes, los visados…éramos más de treinta personas. Controles de seguridad y ya pasamos a buscar las maletas, tensión pero al final aunque de las últimas salió mi maleta.



Y con muchas prisas al bus, había muchas personas, muchos autobuses y muchos golpes en las maletas, en el barco me di cuenta de que el candado numérico de la maleta ya no estaba, no sé si fue en Barajas, en Luxor o en el camino al barco. Ya era de noche por supuesto cuando llegamos al barco, no era muy lujoso pero no estaba mal el Queen Isis. Eso si lo camarotes minúsculos para tres personas más que nada porque eran habitaciones dobles y habían metido una cama como pudieron. Una tele y un minibaño. Allí viviríamos los siguientes cuatro días Lidia, Ana y yo. Subimos a la cafetería y allí empezamos a charlar con Ramadán nuestro guía guapo. Un nubio con el culo apretadito, de esos que tu imaginas como parte del ejercito nubio del faraón. Nos explicó un poco todo y a cenar directamente. Nos dijo que podíamos alquilar una calesa y dar un paseo por Luxor, el precio no era mucho, once euros así que aceptamos, no nos arrepentimos.
La cena, no estuvo mal, como todo el buffet del barco, arroz siempre, carne, pescado, fruta, no estaba mal. Y fuimos hacia el paseo de calesas, allí al ver a los caballos un poco desnutridos, piensas ay madre, y ya los niños rulando por allí intentando darnos flores o cualquier cosa para darle dinero, algún caramelito y nos pusimos por parejas para elegir carruaje, a Lidia y a mi como siempre nos tocó de los mejores, el caballo parecía más sano, se llamaba Dalila creo recordar, y el conductor un jovencito guapo y muy amable la verdad. El conductor apenas hablaba algo de inglés, lo primero que nos dijo Ferrari Ferrari yo no lo entendí hasta que empezó a golpear su “látigo” contra el suelo Y Dalila comenzó a adelantar al resto de los carruajes. Los niños corrían junto a las calesas. El conductor y yo nos intercambiamos unos cigarros en el paseo, mi primera experiencia con el tabaco egipcio. Me gustó mucho el paseo, sobretodo ver el zoco con esos colores, los de las especias, los de la ropa, la gente, todo, me pareció espectacular. Y todos los chicos guapos que vi, madre mía …
Me encantó ver así Luxor, las calles, las casas, la gente, los animales, es todo tan diferente, al final me di cuenta de que me estaba más enamorando el Egipto actual que el faraónico algo impensable. Paramos todos a beber un te y tomarnos una shisha todos juntos. Luego otro paseíto y al barco, nuestro cochero no nos pidió nada, como a otros ya estaba todo pagado nos dijo Ramadán pero yo le di algo, no sé, se portó muy bien.

Y poco más, nos duchamos y subimos a cubierta a fumar tumbadas en las hamacas muy a gusto y a la camita, estábamos todos muertos, fue un día muy largo. Serían algo más de las doce.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo de los bazares árabes es inigualable. Parece un tópico de tantas veces dicho, pero es real: todos los sentidos puestos en danza: olores, los que quieras, desde el jazmín hasta el de los curtidores; sonidos: muecín llamando a la oración, vendedores pregonando sus mercancías, clientes regateando…, vista: frenesí de colores en los puestos y en el público, tacto, el del barullo apretujándote, haciéndote sentir como en el metro pero sin desear llegar al final de trayecto. Y el gusto? Té a la menta, pasteles de frutos secos y miel, tahin de cordero… pero que no te lea un profesor de la carrera que prefieres el Egipto moderno al de su glorioso pasado, a ver si te van a poner mala nota!!!!
;-)scar

Joanna dijo...

Jajaj Oscar no creo yo que ningún profesor vaya a leer esto, de todas maneras en verdad que el ambientillo me gustó más, a ver los monumentos son los monumentos y más en Egipto que los hemos visto mil veces en los libros, pero la aglomeración de turistas te los fastidia un poco, sin embargo la aglomeración de cariotas en el khalili por ejemplo es impresionante...