Hace tiempo leí una frase gracias a un soriano de corazón, que me dio mucho que pensar, la frase es sencilla y certera, pero vi como detrás de ella había tanta verdad.
Y el otro día me acordé de esa frase, y como la tenia apuntada la busqué y la volví a leer:
““Los hombres de la meseta no somos amantes del mar, y sólo lo concebimos como una curiosidad que conviene ver; el mar es como la torre Eiffel o como el rinoceronte.”
Es cierto, el mar es maravilloso, es calma y furor, pero los que hemos nacido aquí en esta meseta castellana, rodeados absolutamente por montañas, la cordillera cantábrica al norte, al este el sistema ibérico, al sur el sistema central (si no recuerdo mal). No nos llega absolutamente ni una pizca de brisa marina, no crecemos viendo el mar, oliéndolo y bañándonos en él.
Y con suerte vamos a él, una vez al año, y la mayoría mucho menos. Si, es genial verlo, cuando llegas al mar y lo ves tan inmenso, el olor a sal, el viento...es lo mejor, pero podemos existir perfectamente sin él. Me viene a la cabeza un día de instituto en clase de lengua, cuando nos hablaban de la generación del 27 y en especial de Rafael Alberti, de que por su enfermedad tuvo que alejarse del mar, de la humedad, y no lo soportaba muestras son sus obras.
Pero nosotros, si echaremos un par de días el mar, pero Castilla nos abraza con unos largos brazos de madera, de encinas, de pinos...
No es tampoco nada malo, solo es que la frase me llamó mucho la atención.
Castilla tuvo mar hace tiempo, mucho mar realmente, pero eso fue hace mucho.
Por cierto la frase es de Juan Antonia Gaya Nuño y la obra se titula El Santero de san Saturio.
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